8ª ACTUALIZACIÓN



8ª ACTUALIZACIÓN




FORO OFF TOPIC DE MERISTATION
17/04/2010 19:07:38
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El trayecto a casa duró como siete minutos, pero me dio tiempo a recopilar todo lo que tenía que decir a mi hermana. No me callaría nada, le escupiría a la cara todo lo que sabía y además le pondría mas verde que el Grinch. Nunca en mi vida había estado tan cabreado.

Aparqué justo en frente del portal y subí los escalones de dos en dos, no tenía tiempo para esperar el ascensor. Entré. A grandes zancadas miré en el salón, luego en la cocina y después en su cuarto. Allí estaba esa harpía, en el ordenador.

No recuerdo exactamente como fue la conversación, porque lo que se dice conversación, no hubo. Fue más bien un monólogo a gritos y con insultos, cuyo único espectador era mi hermana. Le dije lo siguiente, pero no por este orden.

Pensaba que eras educada, sincera y sensata.
Pensaba que nunca habías roto un plato.
Pensaba que no salías con chicos.
Pensaba que no tenías relaciones sexuales.

Se que haces pellas.
Se que mientes constatemente a la familia.
Se que fumas porros.
Se que te gusta chupar pollas.
Se que se la chupaste al mejor amigo de tu novio.

Me has engañado.
Me has manipulado.
Me has hecho hacer cosas que nunca haría.
Me has vuelto loco.
Me has hecho pegar a un chico que no se lo merecía.

Y también exabruptos como:
Eres una zorra.
Eres una puta.
Asquerosa.
Mentirosa.
Mala persona.

Ahora imaginaros mi cerebro como un gran sistema aleatorio o como una sencilla ruleta de la suerte que gritaba esas frases al azar una tras otra rápidamente. Lo que si recuerdo con claridad es la última frase “todo esto se lo diré a papa y a mamá y no vas a salir en años”. No la dejé responder, le solté todo tan rápido y de forma tan agresiva que no pudo abrir la boca.

Me sentí tan agusto como su hubiera comido tras diez días de ayuno, como si hubiera tenido sexo despues de cinco años de celibato, como si hubiera conseguido ir al baño tras cinco días de extreñimiento. Pero ese pequeño momento de éxtasis duro unos segundos.

Mi hermana se volvio histérica y se lanzó hacia mí como una loca enfurecida. Según se levantó de la silla me gritó "¡cabrón hijo de puta!" e intentó pegarme. Antes de que pudiera tocarme le empujé y la tiré al suelo. Levanté la mano para darle una torta cuando me di cuenta que estaba llorando.
Es mi hermana. Por muy malvada que fuera no puedo tocarla. No había pegado nunca a una mujer y nunca lo haría.Ya había sido suficiente con todo lo que le había gritado a la cara. Estaba tirada en el suelo llorando como si le hubiera sucedido una gran desgracia. Había escarmentado.

Me fui de su cuarto y salí de casa. Necesitaba irme de allí y tomar el aire. Lo que me estaba sucediendo ese día era demasiado. En cuanto atravesé la puerta del portal me derrumbé emocionalmente y el sentimiento de culpa me invadió. Iba a llorar.

Entré en el coche y me desahogué. Grité, lloré, pataleé. Desde luego no era la conducta que se espera de un hombre, pero no me sentía un hombre, me sentía un ser despreciable. Hoy había destrozado a dos personas, mi hermana y un chaval inocente. Me cuestioné mi propio juicio, considere la posibilidad de haberme vuelto loco. Quizá debería estar en la cárcel o en un manicomnio. Quizá debía suicidarme.

Sonó el teléfono.

Era Abraham, si no mi mejor amigo, uno de mis mejores. Dudé en responder, pero al final lo hice. Antes de que me dijera el motivo de la llamada le pedí que si me podía acercar a su casa para charlar un rato. Supongo que percibió en mi voz que estaba bien jodido, ya que me respondió que fuera cuanto antes.

Cuando abrió la puerta y me vió el rostro descompuesto se dio cuenta de la gravedad de la situación. Cogió dos refrescos y le conté todo lo que me había pasado. Era la primera persona a la que se lo contaba cara a cara y lo hice con todo lujo de detalles. Abraham me escuchó boquiabierto.

Terminé. Aunque seguía muy deprimido, el hecho de haberle contado todo a alguien y poder desahogarme hizo que me sintiese mucho mas tranquilo y aliviado. Abraham había dejado atras la cara de sorpresa y me dijo.
-Tío, no es para ponerse asi, ¿quieres un poco de hierba? te sentirás mucho mejor. He comprado una muy buena a uno de mi clase.

Abraham es una persona muy peculiar. Es de origen judío pero se confiesa ateo convencido. Sus padres pasan de él completamente y lleva una vida sencilla sin preocupaciones ni obligaciones. Estudia filosofía en la universidad pero nunca va a clase y aprueba a trancas y barrancas. Le conozco desde el instituto y siempre hemos sido muy amigos.

Le dije que no quería marihuana, había dejado de fumar hace dos semanas y no quería volver a fumar, y menos en este momento. Pero me insistió y me dijo que era 100% sativa, que no te producía nada de paranoia y que me subiría el ánimo en dos caladas. Para que engañarme, lo que más me apetecía en el mundo era un buen porro.

En vez de hacernos unos canutos sacó una chachimba y a los dos minutos pareció que los problemas habían desaparecido. Nos pusimos a charlar y a reirnos como si la vida fuera una broma. A los diez minutos comenzamos a desvariar, la conversación se tornó hacia temas surrealistas y absurdos. Hacía dos semanas que no fumaba la planta sagrada y me pegó de lo lindo. Pasamos la tarde hablando, jugando a la ps3 y descojonándonos. Aunque de vez en cuando me acordaba de lo ocurrido durante el día, no le daba misma importancia que antes, me parecía algo lejano y zanjado, como si ya hubiera acabado y pudiera continuar con mi vida.

Me suele pasar que nunca me acuerdo de lo que hablo con mis amigos cuando consumimos mucho cannabis. Pero me acuerdo perfectamente que Abraham me comentó sin venir a cuento que quizá cuando pasara un tiempo podría volver a contarle todo lo que me estaba pasando y él le daría forma de relato o novela. Me descojoné. Cuando vió que me empecé a reir él también lo hizo, y no volvimos a hablar del tema.

Se me hicieron las nueve y debía volver a casa para cenar. Tenía que salir de aquel pequeño reducto de felicidad y afrontar la realidad de la vida otra vez. Le pregunte a Abraham si me podía vender algo de hierba para llevármela a casa y muy amablemente me regaló un poco en una bolsita hermética. Le di mil gracias por todo, en especial por haberme dado una pizca de alegría al peor día de mi vida.

En el trayecto de vuelta a casa me di cuenta de tres cosas. Todavía no se me había bajado la fumada del todo, la marihuana que me había dado Abraham olía muchísimo y que no sabía lo que me encontraría al llegar a casa.

Cuando llegué tuve que aparcar un poco lejos porque estaban todos los sitios ocupados. Me guardé bien la marihuana y anduve hacia el portal. Antes de abrir me fijé en el coche que estaba donde yo aparqué la última vez.


Era un coche de la policía.





Lo siento por no poder continuar. El miércoles sobre las 8 escribiré la ÚLTIMA actualización. Un saludo y gracias.

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